Este fin de semana toca adelantar la hora para entrar en el horario de verano. En la madrugada del domingo 30, a las dos serán las tres. Un cambio que a priori parece inocuo pero que «puede suponer una modificación de casi seis semanas en el ciclo actividad-sueño, que afecta, sobre todo, a personas con problemas previos de sueño, a niños y a ancianos», confirma el doctor Carlos Egea, jefe de la Unidad del Sueño de Hospital Quirón Vitoria.
Con el cambio de hora también cambia nuestro reloj biológico interno (o ritmo circadiano), lo que produce un cambio en el ciclo del sueño. Nuestros despertadores internos no se sincronizan hasta alrededor del quinto día tras la variación de la hora, no en términos de actividad, sino en relación al tiempo que dormimos. De este modo, las personas que trabajan a turnos, por ejemplo, se pueden ver muy afectadas. «El cansancio es un síntoma de muchos trastornos del sueño; del insomnio, pero también de los llamados trastornos del reloj interno, como el jet lag», afirma este especialista.
Para contrarrestar sus consecuencias, el doctor Gonzalo Pin, jefe de la Unidad Valenciana del Sueño de Hospital Quirón Valencia, recomienda una adaptación lenta y progresiva en las jornadas anteriores: «Durante los días previos resulta muy beneficioso adelantar unos 15 minutos el momento de levantarnos, pues así ayudamos a que nuestro organismo se adapte mejor».
Si bien las alteraciones producidas por el nuevo horario no llegan a ser preocupantes en general, sí que puede afectar más intensamente a quienes tienen una estructura biológica o emocional poco flexible o a quienes están sujetos a horarios rígidos, según el doctor Pin. Esas alteraciones dependen de los órganos y sistemas que se ven más activos en el proceso de adaptación:
-En el sistema nervioso central: somnolencia, irritabilidad, dificultades en la atención, la concentración, la memoria. Representan mayor riesgo en individuos que requieren de esas funciones al iniciar el día, como pilotos, conductores, maestros, operarios de máquinas….
-Fatiga, baja el rendimiento, menor productividad.
-Malestar general.
-Cambios en el estado de ánimo, depresión.
-Trastornos digestivos, aumento de secreción del jugo gástrico, disminución diurna y aumento nocturno del apetito.
-Acentuación de molestias psicosomáticas.
Aunque los efectos son transitorios, en los más pequeños el cambio puede provocar de forma temporal irritabilidad, inquietud, fatiga y dificultad para concentrarse, según el doctor Ramiro Blanco, pediatra de Hospital Quirón La Coruña. «El adelanto rompe su ritmo y, aunque es transitorio, hay que evitar que se transforme en insomnio. Para ello es recomendable modificar e ir adaptando el cambio horario poco a poco, antes de que empiece su rutina escolar», señala.