La campaña de vacunación antigripal que acaba de comenzar tiene un importante reto: revertir la tendencia a no inmunizarse que se ha asentado desde hace ocho años. Según los datos de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), el invierno pasado recibió la medicación el 56,4% de los mayores de 65 años. En el de 2005-2006 lo hizo el 70,1%. Fue la temporada que más cerca se estuvo de llegar al mínimo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que aconseja que lo haga al menos el 75% de la población de más edad.
Los mayores forman el grueso de la población de riesgo para los que la vacunación está especialmente indicada. Los otros son enfermos crónicos, trasplantados, personas con problemas respiratorios y también trabajadores de servicios públicos, como sanitarios, bomberos o policías.
La vacuna de este año protege contra las mismas cepas que la del año anterior, pero eso no quiere decir que pueda no ponerse. El efecto de la vacuna está comprobado durante menos de un año, y no hay datos de qué pasa más allá (normalmente los virus circulantes cambian de invierno a invierno, y eso obliga a revacunar a la población).
No hay una explicación clara de esta bajada, pero está claro que las suspicacias causadas por la gripe A de 2009 todavía se mantienen. Ese año se vacunó el 65,7% de la población mayor de 65 años; al siguiente, tras la polémica por la inmunización, bajó al 56,9%, el mayor descenso interanual de la serie.
Por comunidades también hay grandes diferencias. La tasa de vacunación en La Rioja fue en 2013 del 66,4%; en Baleares, del 46,7%. Ceuta y Melilla no llegaron al 35%.