Es lo que parece conseguir un sistema de ultrasonidos portátil y fácil de manejar que un grupo de investigadores, entre los que se encuentra el español Valentín Fuster, ha empleado en casi 2.000 personas que viven en EEUU, Canadá y la India. Su trabajo pone de manifiesto el potencial que el ecógrafo tiene para detectar cúmulos de grasa y colesterol en las arterias periféricas, incluso antes de que el paciente conozca su riesgo para sufrir este tipo de enfermedades, lo que le permitiría beneficiarse de un tratamiento preventivo.
No es el primer estudio que demuestra la posibilidad de evaluar la enfermedad cardiovascular aterosclerótica utilizando imágenes de ultrasonido. Pero en esta ocasión, los autores del trabajo proponen una tecnología económica, portátil y de fácil manejo para poder "examinar de forma rutinaria a las personas antes de que se presenten signos de enfermedad cardiovascular", revelan los autores en el artículo, publicado en la revista Global Heart (la publicación oficial de la Federación Mundial del Corazón).
Según las guías de práctica clínica, en primer lugar, hay que valorar los posibles factores de riesgo de cada individuo: obesidad, diabetes, hipertensión, edad, anomalía congénita de coagulación... Si no responde a estas variables, argumenta Iván Núñez, cardiólogo del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, "no se recomienda hacer nada". En caso contrario, hay "una serie de pruebas, como el electrocardiograma, el ecocardiograma o la prueba de esfuerzo, que se indican dependiendo de cada caso" y ayudan a hacer un diagnótico. De éstas, el ecocardiograma, al igual que la ecografía, utiliza ultrasonidos, pero centrados en la observación del corazón. De tal manera que "en un paciente asintomático, en función del movimiento de este órgano, se pueden detectar infartos silentes (que no dan síntomas)".
Lo que hace el equipo de investigadores en este trabajo es dirigir los ultrasonidos de un ecógrafo a los vasos y las arterias, concretamente a dos de las arterias carótidas y las femorales. Una forma de estudiar la enfermedad aterosclerótica en fases más incipientes, cuando las placas empiezan a acumularse en las arterias. Este estadío precoz de la enfermedad sería una oportunidad para cambiar ciertos aspectos del estilo de vida que ayuden a modificar el pronóstico. Se sabe, aseguran los expertos, que, en términos de mortalidad y morbilidad, todos los pacientes se benefician de una dieta baja en sal y mediterránea. No beber, no fumar y practicar ejercicio diario también ayuda significativamente a prevenir problemas cardiovasculares, apuntan los autores, liderados por Ram Bedi, profesor adjunto del departamento de Bioingeniería de la Universidad de Washington (Seattle, EEUU).
Para mayor información: http://www.elmundo.es/salud/2015/01/13/54b420c8ca474134238b4575.html