Las nuevas tendencias demográficas de envejecimiento de la población y el nuevo marco económico han modelado nuevos escenarios laborales, entre ellos el retraso de la edad de jubilación, y el seguimiento de políticas en el ámbito de la Unión Europea hacia el desarrollo de un enfoque integrado de acuerdo a los principios de envejecimiento activo y no discriminación.
Una de las ideas que pueden transformar de manera apreciable el entorno laboral y social es el cambio en la consideración de los trabajadores de mayor edad. Los trabajadores de mayor edad van a perder la consideración de personas que esperan una inminente jubilación y se van a consolidar como trabajadores con unas cualidades distintivas, máxime en puestos vinculados a la economía del conocimiento que no prima el rendimiento físico de la persona sino su aportación emocional y mental.
Mientras algunas capacidades funcionales de los trabajadores de edad pueden declinar, el desempeño de ciertos tipos de tareas puede mejorar. Por ejemplo, el desempeño en tareas que demandan un alto nivel de destreza, experiencia y necesidad de toma de decisiones. De forma contraria, el desempeño en tareas que requieren una importante movilización de facultades físicas (fortaleza muscular, cardio-respiratoria), que suponen una alta carga sensorial, que exigen un alto nivel de destreza manual o rapidez en la emisión de respuestas, tiende a declinar a medida que la edad es mayor.
Otra de las creencias erróneas que alimentan las reticencias a invertir en formación para los trabajadores de edad es que éstos encuentran dificultades en el aprendizaje. Lo más habitual es que estos problemas de aprendizaje residan, más que en las propias capacidades del adulto, en un mal diseño de los métodos pedagógicos, alejados de lo que debería ser la formación de trabajadores adultos.
Por tanto, las empresas deben valorar las aportaciones, especialmente destacables de los trabajadores de mayor edad; una fuerte ética del trabajo, la iniciativa para solucionar problemas y proponer alternativas en el ámbito de los objetivos generales de la empresa, la autonomía en el trabajo, la madurez en el trato personal y de equipo y las habilidades y conocimientos adquiridos a lo largo de la experiencia personal y profesional.