Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte a nivel mundial. No obstante, se sabe que el estilo de vida es decisivo a la hora de prevenirlas. La Organización Mundial de la Salud es muy clara a este respecto: los principales factores de riesgo (una dieta malsana, la inactividad física, el tabaco y el alcohol) son modificables y son responsables de aproximadamente un 80% de los casos de cardiopatía coronaria y enfermedad cerebrovascular.
Ahora, un estudio publicado en la revista Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes, demuestra que la prevención no sólo debe empezar cuanto antes, sino que, además, tiene sus recompensas a largo plazo. La publicación pone de manifiesto que el declive en la salud cardiovascular puede comenzar en la infancia, y esto, probablemente, impactará negativamente en la salud del futuro adulto.
"Cuanto mejor podamos equipar a nuestros niños para que tomen decisiones saludables, mayor salud cardiovascular tendrán en el futuro. Y aquellos que preserven su salud cardiovascular hasta la mediana edad, vivirán más y mejor", señala Donald M. Lloyd-Jones, autor del estudio y profesor de medicina preventiva en la Escuela de Medicina de Chicago.
La investigación que Donald ha dirigido analizó en 8.961 niños y niñas estadounidenses de entre dos y 11 años (siendo la edad media 6,8) cuatro de los indicadores de salud cardiovascular más importantes: la adeherencia a una dieta sana, el nivel de colesterol, el índice de masa corporal (IMC), y la tensión arterial.
El resultado es que ninguno de los niños aprobaba en todos los parámetros. Todos tenían, como mínimo, un buen resultado en alguno de los cuatro, pero ninguno, entre los más de 8.000, cumplía todos los requisitos. La dieta sana fue la peor parada: menos del 1% de los niños de entre cinco y 11 años seguía una dieta ideal. En el otro extremo, la tensión arterial fue el indicador que mejor tenían los niños. Entre medias, el número dos lo ocupaba el IMC -aproximadamente el 30% de los niños no tenían un peso correcto-, seguido del colesterol, que ocupaba el tercer puesto, con un 40% de los niños con un nivel excesivo.
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