En 2010, el Día Mundial del Corazón hizo un llamamiento a patronales, sindicatos y trabajadores de todo el planeta para que asumieran "sus responsabilidades" y adoptaran programas para construir entornos laborales cardiosaludables. Su objetivo era concienciar a todos los implicados en la importancia de cuidar la salud desde el entorno de trabajo.
Esta semana, la Asociación Americana del Corazón ha lanzado nuevas recomendaciones precisamente para abordar los fallos más comunes en estos programas de promoción de la salud y, en última instancia, mejorar la adherencia de los trabajadores. Su revisión ha detectado, entre otros problemas, que a menudo las estrategias utilizadas no son lo suficientemente explícitas ni se evalúan adecuadamente sus resultados o los niveles de actividad alcanzados por los empleados.
"Si pudiéramos incrementar la proporción de los 155 millones de adultos en edad de trabajar en Estados Unidos que tienen una mejor salud cardiovascular, daremos un gran paso hacia la consecución en 2020 del objetivo de mejorar la salud cardiovascular de todos los americanos en un 20% y disminuir la mortalidad asociada a problemas del corazón en otro 20%", ha señalado en un comunicado Elliott M. Antmant presidente de la Asociación Americana del Corazón.
A este lado del charco, uno de los proyectos más destacados en este sentido ha sido el programa 'Healthy Ageing in Europe', un estudio europeo cuyo objetivo general era desarrollar y comprobar el impacto real que tiene instaurar un programa de promoción del envejecimiento saludable en los centros de trabajo. Inmaculada Mateo, profesora de la Escuela Andaluza de Salud Pública, coordinó en España el proyecto, que se llevó a cabo en 10 centros laborales de Andalucía de perfiles diferentes (transporte, alimentación, servicios sanitarios, educativos o servidios de dependencia) tanto públicos como privados.
Uno de los datos más llamativos que extrajeron los investigadores de su trabajo fue la constatación de los grandes beneficios que se conseguían a través del manejo del estrés. "Es un factor menos conocido, pero es muy importante porque añade calidad y esperanza de vida", señala Mateo, quien subraya que los resultados demostraron que incorporar el manejo del estrés se traducía también en una mejor asimilación de los hábitos de vida saludables relacionados con la alimentación y el ejercicio.
"La comida se utiliza muchas veces como vía de escape a las situaciones de estrés. En este sentido, tener herramientas para manejar estas situaciones también ayuda a evitar malos hábitos. Y con el ejercicio pasa lo mismo. El estado de ánimo influye directamente en la actividad física", añade.
Para ampliar la información: http://www.elmundo.es/salud/2015/04/20/55314dccca47415f398b457b.html