El verdadero protagonista de esta historia es el señor Archer, un profesor de Minneapolis. Uno de esos maestros heterodoxos que confían en las capacidades de los niños y en la posibilidad de aprender más allá de las obligaciones curriculares, la memoria fotográfica y las reglas estrictas. Entre los muchos alumnos que pasaran por el aula del señor Archer se encontraba Marcus Weller, por entonces un mal estudiante al que ahora ponen de ejemplo en foros de emprendedores y reuniones de empresarios tecnológicos. Él recuerda a su maestro con auténtica devoción: “fue una de las mejores cosas que me pasaron de niño y que más ha contribuido a lo que soy ahora. El señor Archer llegaba a clase con una caja llena de trastos y nos decía que podíamos jugar y hacer lo que quisiéramos. Recuerdo sentarme al fondo de la clase y construir cosas (…) Él despertó mi pasión por la escuela y el aprendizaje. Abrió mis ojos y me enseñó que no hay que seguir siempre las reglas y hacer las cosas como se supone que las hace un pequeño estudiante diligente”.
Un profesor convenció a Marcus Weller de sus capacidades y un frenazo a destiempo fue el (afortunado) accidente que le puso sobre la pista de lo que hoy es su empresa. Ocurrió en en 2010 mientas circulaba con su moto en Barcelona: buscando una calle dejó de mirar durante un instante al frente, tal vez solo un segundo, pero suficiente como para estamparse contra la parte trasera de un coche. El choque, leve, no dejó secuelas físicas más allá de algunos rasguños pero “meses después, cuenta Marcus en una entrevista a blueprint.com, soñé con el accidente. Pero, en lugar de girar la cabeza, un mapa se desplegaba flotando en mi casco y lo evitaba (…) Me desperté. Eran las cuatro de la mañana y pensé que quería ese casco. Estuve horas buscándolo por Internet sólo para darme cuenta de que no existía”. Siete días más tarde había patentado su idea y tan sólo seis meses después había diseñado y construido un prototipo de su casco soñado. Ese fue el comienzo de Skully Helmet.
El proyecto fue el más rápido en alcanzar un millón de dólares de financiación en la plataforma Indiegogo. Lo hizo en 45 horas, lo que muestra que la idea de Marcus Weller era algo que el mercado estaba buscando. Ente otras innovaciones, Skully incorpora una cámara de gran angular en la parte trasera del casco que evita los peligrosos ángulos muertos, navegación por GPS que se despliega en una pantalla flotante y conectividad vía bluetooth, todo ello gestionado desde un microprocesador. Sin saberlo, aquel señor Archer y su caja de trastos, están ayudando muchos años después a salvar vidas.
Texto: José L. Álvarez Cedena