Cada año, Michelin destina el 10% de las inversiones que realiza en sus plantas a la mejora de la prevención y seguridad laboral. En el caso de la fábrica de Valladolid, el pasado año supuso un desembolso de 2 millones de euros en busca de la siniestrastralidad cero, una filosofía que los fundadores de la compañía, Edourdard y André Michelin ya tuvieron muy presentes a finales del siglo XIX, cuando echaba andar el gigante de la automoción, y pedían a sus directivos especial empeño en evitar accidentes "no por la responsabilidad penal sino por los trabajadores".
Hoy, más de un siglo después, el espíritu de los fundadores sigue más vivo que nunca, como demuestran la reciente concesión a Michelin del premio a la excelencia en la prevención de riesgos laborales que le ha otorgado Audelco y el galardón a la seguridad vial laboral Prever.
Junto a los reconocimientos, las cifras avalan esos galardones. Los resultados de Audelco, firma que audita en materia de seguridad laboral al 40% de las empresas del Ibex, sitúan a Michelín en un índice de tres accidentes por millón de horas, muy por debajo del nivel medio de las industrias del ramo, que se sitúa en 24 siniestros por millón de horas trabajadas.
El objetivo actual ya no tiene solo como máxima prioridad el de "cero accidentes", sino el de "100% en salud y seguridad" para nuestros empleados, explica José Manuel Angulo, director de Prevención y Medio Ambiente para España y Portugal. De hecho, la inversión no solo se destina a la prevención de accidentes, sino a todo aquello que contribuye a la salud y a la higiene de los trabajadores, con programas de prevención especifica de enfermedades o dolencias comunes o para detectar patologías en hombres y mujeres.
La formación constituye un pilar fundamental en los programas de prevención. El pasado año, se destinaron a esta tarea diez mil horas, lo que supone que cada día hay cinco o seis trabajadores en esos programas formativos durante ocho horas.
Y dentro de la formación, la columna vertebral es el compromiso activo de los trabajadores (7.500 en toda España) con la implantación de una cultura en la que todo esté enfocado a reducir actos inseguros con una participación activa del personal a través de la denuncia de cualquier situación de riesgo. Esa obsesión por la seguridad no se detiene en escalafones y no es infrecuente ver cómo un operario impide la entrada de un alto directivo en un determinado departamento si no se ha quitado el reloj de pulsera, como exigen las normas.
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