Nunca me había pasado por la cabeza que ser músico fuese una profesión de riesgo. Yo imaginaba que el riesgo lo tenían los carpinteros, que tarde o temprano acaban con un dedo cortado, o los mineros, por la silicosis, o tantos otros profesionales, pero no los músicos. Pues ahora he sabido que CC.OO. ha hecho un estudio que demuestra que, en materia de salud laboral, viven desprotegidos. De jovencito pensaba que el máximo riesgo de un músico era tener un calambre, como les pasó a algunos con las guitarras eléctricas o con los micrófonos, durante los sesenta y setenta. Leslie Harvey, el guitarrista escocés cofundador del grupo Stone the Crows, por ejemplo, estaba un día en el escenario, tocó con las manos mojadas un micrófono sin toma de tierra y murió electrocutado.
Pues, sin llegar a esas muertes grandilocuentes, la vida cotidiana de los músicos comporta riesgo. Lo leo en El Día, de Córdoba: “El secretario general de la Federación de Servicios a la Ciudadanía de CC.OO. de Córdoba, Luis Mena, explica que el estudio hace un análisis tanto de los riesgos físicos, que se derivan en su mayoría del ruido, como de los psicosociales, derivados de la doble condición de artistas y trabajadores de estos profesionales”. El peligro es que este sector -la farándula- no es lo bastante consciente de los riesgos laborales que la música comporta y, como pasa con los autónomos, si se ponen enfermos intentan solucionarlo sin faltar al trabajo o intentan retrasar al máximo el momento de coger la baja. Además, explica el estudio, no descansan ni cuando están de vacaciones, porque siempre tienen que practicar con el instrumento. Las patologías más habituales son la distonia, los trastornos musculoesqueléticos y las alteraciones auditivas (soportan un nivel de decibelios inhumano).
Además, habitualmente los lugares donde trabajan se saltan las normas de prevención de riesgos laborales: los espacios son pequeños, hay poca luz, la acústica es mala, no hay rincones adecuados para descansar…