La ansiedad es una emoción que se caracteriza por la alteración de distintas respuestas físicas que la persona se autoprovoca cuando percibe la situación con la que tiene que interaccionar, de manera amenazante. Aparece, por ejemplo, cuando nos enfrentamos a una tarea exigente: “Me pongo tenso cuando presento los resultados de mi departamento a la dirección de la empresa, tengo alta sudoración, la boca se me seca y siento bloqueo”. Si estos y otros síntomas de la respuesta de ansiedad son intensos, la persona se ve limitada para adaptarse bien a la situación y se pasa mal rato.
Es frecuente que estos síntomas los sienta también días antes de volver a hacer otra presentación a la dirección. Se anticipa de manera negativa, e incluso la inseguridad la puede ampliar a otras situaciones que, en principio, nada tendría que ver con hablar con la dirección, como supervisar a su equipo, realizar un viaje de trabajo, tomar decisiones con un proveedor o negociar con un cliente, entre otras responsabilidades profesionales cotidianas. Puede generalizar esta respuesta desmedida a otras situaciones y la persona se verá con dificultades para hacer una vida normal.
Estamos en una sociedad muy medicalizada. Las personas tienen muy interiorizado todavía que para terminar cuanto antes con la sintomatología física y psicológica molesta o limitante, tienen que tomarse un fármaco y ya está. La intervención psicológica supone más esfuerzo porque de lo que se trata es de aprender a cambiar hábitos de comportamiento, a pensar de una manera más racional, a gestionar emociones, y estos entrenamientos necesitan más tiempo para minimizar esta sintomatología.
Por otra parte, nos encontramos que la persona que consume determinados fármacos para disminuir la ansiedad o estabilizar su estado de ánimo, tiende a aumentar el consumo ante cualquier eventualidad adversa normal para el ser humano: una frustración, quedarse en paro, un ascenso que considera la persona que no tiene recursos, una separación, una mudanza.. Tienden a automedicarse para estar lo mejor posible, limitando la posibilidad de utilizar sus propios recursos para adaptarse a la situación novedosa.
Para reducir la respuesta de ansiedad y sus síntomas molestos es importante que dediquemos un tiempo cada día a revisar esos pensamientos negativos que provocan alarma en nuestro organismo. Se trata de anotar en una hoja los siguientes criterios:
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