Las creencias populares sobre las actitudes o acciones peligrosas que pueden acabar con nuestra vida están totalmente alejadas de la realidad. Las estadísticas sobre muertes accidentales demuestran que tememos a lo que difícilmente nos matará, como la erupción de un volcán, un accidente aéreo o el ataque de un animal salvaje, mientras que nos sentimos seguros en situaciones en las que tenemos más probabilidades de morir, como por ejemplo, cruzar un paso de peatones. Así lo refleja un estudio comparativo realizado por investigadores del Langone Medical Center de la Universidad de Nueva York y publicado recientemente en el diario The New York Times.
La falta de perspectiva sobre los peligros que nos acechan en el día a día aumenta las posibilidades de que suframos alguno de estos accidentes. Es por ello que los investigadores han querido llamar la atención sobre los hábitos cotidianos que hemos interiorizado como seguros, y así concienciar a la ciudadanía para que adopte medidas preventivas. La rutina, dicen, hace que perdamos el miedo a lo que realmente mata a la personas. No se trata pues de no salir de casa, pero sí de ser conscientes de ellos para evitar una muerte prematura.
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